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domingo, 12 de abril de 2015

El Quijote apócrifo


      A finales de 1614 sale a la luz el Quijote de Avellaneda, titulado “SEGUNDO TOMO DEL INGENIOSO HIDALGO DON QUIXOTE DE LA MANCHA, que contiene su tercera salida, y es la quinta parte de sus aventuras”, por lo tanto este año se cumple el IV centenario de su publicación. Esta segunda parte apócrifa no fue escrita por Miguel de Cervantes sino por alguien que pretendió continuar la primera parte de de su ilustre obra aprovechándose de sus dos personajes principales, don Quijote y Sancho Panza. 
      El Quijote de Miguel de Cervantes es el resultado de un proceso creativo que se extiende aproximadamente en un periodo temporal de unos veinte años en el que el autor de la obra pasa por diferentes circunstancias tanto personales como profesionales. La acción principal de la novela gira en torno a tres salidas que el protagonista hace por tierras de La Mancha, Aragón y Cataluña. Las dos primeras se narran en la primera parte, publicada en Madrid en enero de 1605 con el título de El Ingenioso Hidalgo Don Quixote de La Mancha, y la tercera en la segunda parte, que vería la luz en 1615. 
     Seguramente Cervantes se vio impulsado a terminar su obra y a acabar con la vida de su héroe tras la aparición, en 1614, de una segunda parte del Quijote apócrifa, firmada por un tal Avellaneda, el Licenciado Alonso Fernández de Avellaneda, natural de la Villa de Tordesillas. 
     Tras la publicación del Quijote apócrifo aflora uno de los grandes enigmas de la literatura española y universal. ¿Quién o quiénes se escondían detrás de este pseudónimo? ¿cuál era la finalidad que se pretendía al continuar la historia que había iniciado Cervantes? ¿Se quería desprestigiar al autor del verdadero Quijote o bien hacerse con las ganancias de la obra? 
     Puedo adelantar que al no conservarse el manuscrito del Quijote de Avellaneda podremos acercarnos a los entramados que giraron en torno a esta segunda parte pero siendo rigurosa no me atrevo a afirmar quien se escondía detrás de pseudónimo. Se cree que Cervantes conocía quien se escondía tras el pseudónimo de Avellaneda y que el manuscrito circuló antes de su publicación. 
      En el prólogo de la segunda parte del Quijote manifiesta que Alonso Fernández de Avellaneda es un pseudónimo y da a entender que sabía quién se ocultaba detrás, lo único que revela es que se trata de un aragonés: “no osa parecer a campo abierto y a cielo claro, encubriendo su nombre, fingiendo su patria, como si hubiera hecho alguna traición de lesa majestad” (Q, II, prólogo) y nos dejó a los que estudiamos su obra la ardua tarea de desenmascararlo. 
      Actualmente su identidad sigue dividiendo a los expertos, los nombres que han barajado los innumerables investigadores han sido muchos. Desgraciadamente no se conserva el manuscrito del Quijote apócrifo con el que se podría realizar un estudio pericial caligráfico cotejando el grafismo del autor y comparándolo con los manuscritos de los diferentes autores que se conservan bajo los que se haya la sospecha de la posible autoría, ello nos permitiría identificar la autoría de un manuscrito. 
     No voy a entrar en disquisiciones literarias ni en analizar las diferencias entre ambas obras, que son notables, puesto que no atañen a la disciplina que nos ocupa pero sí quiero poner de relieve, las grandes mentiras que rodean al Quijote apócrifo, con la ayuda de la documentoscopia, la pericia lingüística y la sociolingüística que por más extenso trato en la segunda parte de una investigación sobre la figura de Miguel de Cervantes Saavedra. En concreto en ésta, se efectúa una comparativa entre El Quijote de Cervantes y el de Avellaneda, desde la Documentoscopia y la Sociolingüística: 

Enlace al artículo de la comparativa entre El Quijote de Cervantes y el de Avellaneda.
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África Fuentes
Reflejos de escritura